4 Cuando hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplirla,
porque a él no le agradan los necios. Cumple lo que prometes,
5 pues
vale más no prometer, que prometer y no cumplir. (Eclesiastés 5:4-5) DHH
Vivimos en medio de una sociedad que no cumple sus promesas.
¿Acaso se respeta lo pactado? Para ser equilibrados hay que admitirlo: en
contados casos. Solo por parte de quienes tienen valores y principios que les
permiten comprender el valor de la palabra empeñada, es decir, de lo que se
promete y que –por ética y moral— se debe cumplir.
Igual ocurre entre quienes, en medio de la crisis, buscan a
Dios. Claman, lloran, anuncian sinnúmero de cambios en procura de caminar
verdaderamente en sus sendas. No obstante una vez resuelven su dificultad, se
apartan.
Con fundamento al texto que estudiaremos, aprenderemos la
importancia de cumplir lo que prometemos delante de Dios, de los hombres y— por
supuesto— de nosotros mismos.
I. ¿CON QUIEN ASUMIMOS COMPROMISOS? (v.1)
1. ¿Con un Dios a quien buscamos cuando atravesamos
crisis? (v.1)
2. ¿Con un Dios que todo lo puede, Santo y lleno de
gloria? (v.1)
3. Es necesario diferenciar entre decir y hacer:
a.- Delante de Dios
b.- Delante de los hombres
c.- Con nosotros mismos
II. ¿QUÉ VALOR LE DAMOS A NUESTRAS PALABRAS?
1. Es necesario medir el alcance de cada palabra
(v.2)
a.- Delante de Dios
b.- Delante de los hombres
2. Es necesario evaluar lo que prometemos (vv. 3, 4)
3. Las palabras revelan lo que somos
4. Lo que se promete, se cumple (v.5)
III. DAREMOS CUENTA A DIOS POR NUESTRAS PALABRAS (v.6)
1. Es preferible callar que decir algo indebido (v.7)
2. Desde hoy debemos recobrar nuestra credibilidad
CONCLUSIÓN:
Nuestras palabras revelan quiénes somos. Fácilmente queda en
evidencia quien promete pero no cumple. De ahí que, antes de hacer una promesa,
debemos medir el alcance de nuestras palabras; determinar si estamos en
condiciones de cumplir tal promesa y, además, poner por obra lo que decimos.
En adelante y en aras de que recobre su credibilidad como
personal y, como cristiano, es fundamental reevaluar cuál es el alcance de lo
que expresa, palabras que en muchos casos encierran promesas. Es preferible
callar que prometer lo que no se cumplirá. Es nuestra forma de honrar a Dios
con una vida de fe que realmente constituya testimonio para quienes nos rodean.
Fuente:centraldesermones.com
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