68 Tú eres bueno y haces únicamente el bien; enséñame tus decretos. (Salmo 119:68)NTV
Dios no es sólo el más grande de todos los seres, sino también el mejor. "Bueno eres tú y bienhechor" (Sal. 119:68), por cuanto tiene en sí mismo un tesoro infinito e inagotable de bendición para llenarlo todo.
Todo lo que procede de Dios, sus decretos, sus leyes, su providencia y la creación entera, vio Dios que era bueno; pero al llegar a la creación del ser humano, he aquí "era bueno en gran manera". Por tanto, la bondad de Dios se revela, en primer lugar, en la creación. ¿Puede haber una criatura que manifieste más fehacientemente que el hombre, la bondad de Dios? Si nos detenemos a considerar al ser humano, la suprema criatura, vemos la evidencia de la bondad de Dios. El cuerpo humano es un ejemplo sin igual de dicha bondad: sus manos son adecuadas para llevar a cabo su trabajo; proveyó del sueño para el cuerpo cansado; los párpados y las cejas para la protección de los ojos; las extremidades inferiores para desplazarnos, la inteligencia para progresar en el conocimiento de su entorno y señorear sobre él. Cada una de las funciones fisiológicas de nuestro cuerpo tiene un porqué; y así podríamos seguir indefinidamente.
Es un hecho incontrovertible que cuando el hombre quebrantó la ley del Creador en el huerto del Edén, no empezó en seguida a cumplir con la sentencia que merecía el haber pecado con la manifestación inmediata de su ira. Dios podía haber privado a las criaturas caídas de toda bendición, consuelo y placer. En lugar de hacerlo así, introdujo un régimen mixto en el que había misericordia y juicio.
Si analizamos la historia humana, vemos como estos dos elementos están siempre presentes, pero como dice Santiago, "la misericordia triunfa sobre el juicio" (Stg. 2:13). A pesar de todos los males que acompañan nuestro estado de seres caídos, la balanza del bien prevalece grandemente. A lo largo de nuestra vida abundan más los días buenos que aquellos en que estamos afligidos. En la creación hay mucha más felicidad que desdicha. Incluso para nuestras penas hay considerable alivio, habiéndonos dotado el Señor de una mente cuya flexibilidad le permite adaptarse a las circunstancias y sacar el mejor provecho posible.
Nunca la bondad de Dios apareció más gloriosa que cuando envió a su Hijo, que nació de mujer, sometido a la ley de Moisés, para dar libertad a los que estábamos bajo esta la ley, para que Dios nos recibiera como a hijos (Gá 4:4-5). Porque fue precisamente entonces cuando Dios nos ha mostrado por medio del evangelio su bondad que trae salvación a toda la humanidad (Tit. 2:11). En el original dice "gracia" pero el sentido es "bondad". Por el hecho de que Dios no haga objeto de su gracia redentora a todas sus criaturas pecadoras su bondad no pude ser puesta en duda (Mt. 20:15).
SEAMOS AGRADECIDOS CON DIOS POR SU BONDAD INFINITA.
fuente:iglesiamistral.org