Daniel […] se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba
gracias delante de su Dios… (v. 10).
Un amigo de mi familia venía a nuestra
ciudad para participar de unas reuniones importantes. Es un hombre muy ocupado,
pero organizó su ajustada agenda para visitarnos durante media hora y cenar con
nosotros. Nos encantó verlo, pero recuerdo que miré mi plato y pensé: «Solo
tuvimos las migajas de su tiempo».
Después, reflexioné en la cantidad de
ocasiones en que damos a Dios las migajas de nuestro tiempo; a veces, solo los
últimos minutos antes de dormir.
Daniel era un hombre sumamente atareado,
ya que ocupaba una posición gubernamental elevada en el antiguo reino
babilónico. Sin embargo, había desarrollado el hábito de pasar tiempo con Dios:
oraba tres veces al día, alababa al Señor y le daba gracias. Esta rutina lo
ayudó a fortalecer su fe, la cual no titubeó ante la persecución (Daniel 6).
Dios desea relacionarse con nosotros.
Por la mañana, podemos invitarlo a ser parte de nuestro día; después, alabarlo
y darle gracias por su ayuda hasta la noche. Otras veces, podemos reflexionar
en su fidelidad.
A medida que pasamos tiempo con el Señor en oración y en su
Palabra, profundizamos nuestra comunión con Él y aprendemos a imitarlo.
Disfrutar cada vez más de su compañía es el resultado de priorizar nuestro
tiempo con Dios.
Señor, sé hoy parte de mi día, para profundizar nuestra
relación.
fuente:nuestropandiario.com
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