SOMOS LIBRES MEDIANTE LA CONFESIÓN DE PECADOS.
Mientras me negué a confesar mi pecado,
mi cuerpo se consumió,
y gemía todo el día.
4 Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí;
mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano. Interludio
mi cuerpo se consumió,
y gemía todo el día.
4 Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí;
mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano. Interludio
5 Finalmente te confesé todos mis pecados
y ya no intenté ocultar mi culpa.
Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor»,
¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció. (salmo 32:3-5)
y ya no intenté ocultar mi culpa.
Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor»,
¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció. (salmo 32:3-5)
Leí una historia de dos pequeños hermanos una niña y un niño, la niña le pidió a la abuela un chocolate y su abuelita en ese momento no se le dio y le dijo que se lo daría después de la comida.
Entonces la niña a escondidas de la abuelita tomo el chocolate y se lo comió, y su hermanito la vio y amenazó con acusarla si la niña no hacia lo que el le pidiera, así que la niña constantemente hacia lo que su hermanito le pedía, y un día cansada ya de las órdenes de su hermano, decidió contarle todo a su abuelita esperando un regaño.
Cuando fue con la abuelita y le contó, ella le dijo que ya sabía todo, pero que estaba esperando a que la nieta por si misma, le confesara lo que había hecho, por supuesto la abuela la perdonó y le dijo que no lo volviera hacer.
De la misma manera nos sucede a nosotros cuando fallamos o cometemos pecado, generalmente tendemos a ocultarlo y aparentamos que todo está bien, cuando la realidad es que estamos sufriendo por dentro, ya que el pecado oculto nos quita la paz.
Por ejemplo si alguien está cometiendo adulterio, no vive tranquilo, pues todo el tiempo se cuida que su cónyuge no lo descubra, además de no tener paz, corre el riesgo de perder a su familia, como consecuencia de sus actos.
Hace tiempo tuve un diferencia con un amigo y dejamos de hablarnos por mucho tiempo, y no me sentía bien por esa situación, entonces ore a Dios y le pedí perdón por mi orgullo y al mismo tiempo pedí sabiduría para hablar y arreglar las diferencias que tuvimos.
Hable con mi amigo, arreglamos nuestras diferencias y restauramos nuestra relación de amistad, y me sentí en paz conmigo misma.
Amigos y hermanos si te encuentras pasando una lucha interior por una falla o pecado que hayas cometido, no esperes más y confiesa tu pecado a Dios, El está pronto para perdonarte y darte la paz que tanto necesitas.
8 Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad;
9 pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.(1 de Juan 1:8-9) NTV
No hay comentarios:
Publicar un comentario