Los labios del justo apacientan a
muchos… (v. 21).
Es muy probable que conozcas esta
frase: «Dios nos hizo con dos oídos y una boca, para que oigamos el doble de lo
que hablamos». Puede resultar gracioso, pero, detrás del chiste, se esconde una
gran verdad. Además, hay una gran diferencia entre «oír» y «escuchar». Al oír,
simplemente percibimos los sonidos, mientras que, al escuchar, prestamos
atención a lo que oímos.
En Eclesiastés 3:7, leemos que
hay «tiempo de callar, y tiempo de hablar». Aprender a callarse es una manera
de adquirir humildad para saber escuchar. A su vez, esto aumenta nuestra
empatía y nos ayuda a decir las palabras correctas. Proverbios 20:5 afirma:
«Para la mente humana, los consejos son tan profundos como el océano;
alcanzables sólo para quien es entendido» (rvc).
Es necesario escuchar con
mucha atención para llegar hasta lo profundo.
Además, mientras escuchamos a los
demás, también debemos prestar atención a lo que
Dios quiere decirnos. ¿Qué
hacía Jesús cuando escribió en el suelo mientras los fariseos acusaban a la
mujer adúltera? (VER JUAN 8:1-11). Me atrevo a sugerir que, simplemente,
escuchaba la voz de su Padre y le preguntaba: «¿Qué diremos a esta multitud y a
la mujer?». Su respuesta sigue oyéndose hoy en todo el mundo.
Padre, enséñanos cuándo debemos
hablar y cuándo permanecer callados. Que escuchemos hoy tu voz.
Fuente:nuestropandiario.com
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